martes, septiembre 21, 2010

Sólo dos historias

Paul Alcántar

Dos historias desgarradoras compartidas por El Diario de Juárez me impactan. Dos son las opiniones que merecen el total respeto hacia quienes en su afán de lograr una crítica reflexiva motivan para que la construcción por este país sea tangible y no sólo quede en discursos grillos y clientelares.

La primera es sobre un abogado de Ciudad Juárez que en su espacio redacta una perspectiva que bien parecería a una carta póstuma; alguien que estuviera en una etapa terminal de alguna enfermedad y que simplemente espera la hora de su partida final. Al leerlo realmente sientes la rabia y la impotencia de saber que no puedes hacer mucho por esa persona y que entre más leas sus líneas más quieres evitar su sufrimiento; el dolor que muestra al pensar que ya no verá a su amigo por haber sido asesinado en semanas pasadas contagia al lector y la indignación se aparece cuando menos lo piensas. Él al saber que no le garantizarán su vida en aquella frontera deja un testimonio crudo y real de lo que pasa en aquel municipio chihuahuense. Hablo de Carlos Murillo en su texto “Todos somos –muertos de- Juárez” y lo publicó el 18 de agosto pasado.

La segunda historia tiene que ver con la editorial de este mismo diario el 19 de septiembre. Contundente y valiente al cuestionarle al crimen organizado –habla de organizaciones que disputan aquella plaza- qué es lo que esperan del rotativo porque claramente ellos “no son adivinos” para saber qué desean de los medios locales para que se les respete la vida a quienes sólo quieren informar. En ese escrito se le imputa a Felipe Calderón su falta de compromiso para con el diario y le recuerda sus visitas y promesas que tuvo con el periódico cuando fue candidato presidencial. Este texto va en alusión al reciente asesinato del fotógrafo Luis Carlos Santiago Orozco ejecutado el 16 de septiembre de este año. El título es muy sencillo de suponer: “¿Qué quieren de nosotros?”

A parte de que las dos opiniones se realizaron en un mismo periódico éstas tienen otra cosa en común: recriminan al gobierno federal y en especial al Presidente Calderón su falta de responsabilidad ante las garantías de seguridad mínimas que necesitan tanto un ciudadano como un reportero. Y es que no es gratuito que estas historias terminen siempre en el mismo punto crítico cuando supondríamos que la seguridad debería estar en la vida cotidiana y no estarla mendigando a nuestros gobernantes. Es lamentable que Ciudad Juárez ya no sea sólo vista como la ciudad impune hacia sus muertas sino que ahora ya nadie sabe si regresará a su casa sano y salvo; pero lo peor sería que la indiferencia nos secuestre ante estos y muchos otros hechos y que no entendamos que finalmente “todos somos –muertos de- Juárez, ¿qué más quieren de nosotros?”

Sólo dos historias, no más.


No confundan el amor con las ganas de ir al baño