Michoacán y el gran perdedor
Cuando me comentan que el gran perdedor de la contienda electoral que vivimos en Michoacán el domingo pasado fue la izquierda les reviro con una pregunta que bien podríamos comenzar a plantearnos ante el escenario político que se viene para el 2012: ¿cómo hablar de ideologías perdedoras cuando los padecimientos las vivimos la ciudadanía?
A Michoacán no le ha ido bien. Este sexenio se convertirá en uno de los más hostiles hacia la entidad muy a pesar de que el presidente en turno es originario de estas tierras. Una de las promesas que el “Presidente del Empleo” juró cumplir fue que a su terruño “le iría muy bien” en cuanto llegara a Los Pinos y prometió, inclusive, detonar un desarrollo económico exitoso en la región para así reiterar su compromiso con la sociedad michoacana que empezaba, por el 2006, a resentir el dominio de cárteles locales con una tendencia de crecimiento preocupante. Los resultados de aquellas elecciones presidenciales de hace cinco años se precisaron en que la mayoría de los michoacanos votaron por Andrés Manuel López Obrador, logrando que la izquierda partidista y social se consolidara y que al año siguiente ratificaran en las urnas el triunfo del PRD para gobernador, presidentes municipales y para la mayoría del Congreso Local.
Ante la coyuntura política del 2007 que influía en un amplio sector de la sociedad local y en base a la política de seguridad que Felipe Calderón implementó en el estado se comenzó a formar desde el gobierno federal una cruzada bélica no sólo en contra de aquellos grupos criminales, que lograron infiltrarse en el tuétano civil de muchos municipios, sino con políticos y funcionarios del gobierno estatal de primer nivel que estaban en la mira por sus presuntos nexos con el narcotráfico. Esta estrategia mal intencionada del famoso Michoacanazo no sólo perjudicó a los presidentes municipales y funcionarios públicos acusados por la PGR de solapar y participar en actos criminales sino que pusieron en entredicho el estado de derecho y la paz social, provocando una percepción negativa de gobernabilidad e incertidumbre. Inclusive la acusación jurídica y mediática en contra del ahora prófugo Julio César Godoy, hermano del gobernador, fue manejado con un objetivo electoral malogrado y que ahora no se ha dado un seguimiento del paradero del ex diputado desaforado. Por supuesto, la izquierda en el gobierno quedó dañada con posibilidades mínimas de repetir un mandato aunado a un grupo empresarial que quería, inclusive y con el aval de Los Pinos, imponer una candidatura común y de facto ante las “condiciones preocupantes” poniendo en riesgo a la democracia ante una tentación autoritaria por parte de un sector, que dicho sea de paso, no tiene una injerencia empresarial responsable en el estado.
Pero las estocadas que Felipe Calderón realizó sin tregua hasta el último minuto del pasado 13 de noviembre no lograron su cometido; las acciones que desde el 2006 ha realizado para depurar a Michoacán de la gente mala y las imposiciones que logró dentro del panismo local de una forma descarada y antidemocrática no fueron suficientes para que la ciudadanía votara por el PAN y por sus candidatos, y si bien es cierto que los resultados estuvieron cerrados entre Luisa María Calderón y Fausto Vallejo, ahora la hermana del presidente pone en entredicho la legitimidad de la elección al cuestionar al PRI por la manera de presionar a la población con una alianza estratégica con los criminales. Qué irresponsabilidad de la
Cocoay qué necedad por parte del panismo dogmático para colocar a Michoacán nuevamente en vilo; reconoce a regañadientes que perdió pero sus comentarios beligerantes cuestionan a las instituciones locales y daña más a una sociedad que superó históricamente la abstención al salir a las urnas para ejercer su derecho a elegir.
A lo anterior podemos afirmar que la izquierda perdió, pero también perdemos quienes soportamos a políticos ineptos y los seguimos manteniendo con una impunidad despreciable; el PRI regresa a gobernar a nuestro estado y no será fácil para ellos. Para nosotros tampoco.