miércoles, septiembre 21, 2011

La farsa que sí nos debe importar





El proceso electoral en Michoacán nos ha demostrado, una vez más, que para elegir a quienes pretenden conquistar la gubernatura y a las presidencias municipales, así como al Congreso Local, mantienen la misma farsa que como país no hemos podido resolver en estos últimos diez años.

Es una farsa porque ni siquiera quienes militan o simpatizan con alguno de los partidos políticos que decidieron competir para este periodo, están convencidos de que sus elecciones internas para designar candidaturas fueron las más transparentes y adecuadas, es decir, pasó todo lo contrario, y en hechos totalmente incongruentes y faltos a su mínima ética democrática, que suelen presumir en campaña, arroparon decisiones verdaderamente inaceptables y vergonzosas como el que ya el famoso dedazo se impusiera para elegir a quiénes debían competir.

Las acusaciones entre los que legítimamente (no sé si merecidamente) quisieron participar por alguna candidatura hacia sus direcciones estatales y nacionales en los tres partidos importantes del país, son sólo una parte del reflejo de lo que la ciudadanía piensa sobre los políticos; acuerdos y pactos que sólo un pequeño grupo selecto realiza para repartir la tajada entre los que tienen “derecho” a competir para “representar a la población” en los diferentes cargos que están en juego en una elección local como la nuestra. El PAN Y el PRD cayeron en lo que acusaron por muchos años al PRI que, curiosamente, hoy tiene una percepción de unidad y tranquilidad al interior que ya quisieran los otros partidos que alguna vez nos prometieron una alternancia digna de nuestra sociedad. Lo peor es que los militantes que se animan para denunciar estas irregularidades antidemocráticas en sus instituciones políticas lo hacen porque saben que tienen un peso electoral fuerte y, por lo tanto, una negociación con sus dirigentes puede ser fructífera dependiendo del interés que el partido aún tenga sobre estos disidentes; en el peor de los casos pueden irse con los del frente y negociar carteras con un respaldo clientelar y un pragmatismo burdo donde el ciclo se repetiría pero con otros actores .

Quienes no tengan ese poder simplemente se tienen qué aguantar con esos designios y asumir que no era su turno aún y qué mejor que el silencio para garantizar su permanencia.

Estos partidos políticos deberían ser castigados por la sociedad misma al momento de emitir su voto; con sus vicios interminables y prácticas mañosas reafirman en la conciencia colectiva que participar en la vida política dentro de un partido mexicano resulta sufrible y con muy poca garantía de que cualquiera puede llegar a una alcaldía, a una diputación o a una gubernatura con sus convicciones y valores por delante y no lo contrario.

Importa lo que pasa en el interior de los partidos por dos sencillas razones: primero porque sus procesos de elección interna (desde cómo eligen sus órganos de dirección) son antidemocráticos y no se puede confiar en instituciones que pregonan lo que en casa no practican; y en segundo porque sencillamente reciben financiamiento público que resulta ser de los más caros en América Latina, es decir, somos una democracia que finge serla, pero que resulta cara mantenerla.

Pasó en Michoacán en este periodo electoral. El PAN y el PRD, sobre todo el primero, sufrieron las prácticas príistas de antaño (y recientes, no ha cambiado) y no sólo ellos pagarán sus decisiones, sino que nos arrastran hacia una partidocracia más fortalecida sin la menor oportunidad posible para transformarlos con la participación ciudadana; aquellos a quienes alguna vez se le pasó por la mente afiliarse a un partido resulta que su desencanto se hará valer cuando se de cuenta que la farsa está en el tuétano de quienes dictaminan quiénes sí y quiénes no tienen oportunidades políticas.

Por eso no basta simplemente con acusar a los partidos sino apropiarse también de ellos y eso también se llama construir ciudadanía.

No confundan el amor con las ganas de ir al baño