domingo, noviembre 25, 2007

Los síntomas alzhaimerianas en nuestro acontecer político (que no es otra forma mas que negar lo que somos y mandar todo al subconsciente colectivo)




"Al historiador se le ha minimizado en las decisiones de las políticas públicas del país" con tal afirmación discutía vía MSN con Claudia Piña quien me cuestionaba el papel real de tan noble profesión. El tema surge por mi interés particular de estudiar esta rama de las Ciencias Sociales en alguna etapa de mi vida; desde siempre la Historia me ha gustado y quienes me conocen en lo privado lo saben.

Mi simpatía por conocer los hechos anteriores a mi época me resulta apasionante; leer relatos y autores que suscriben cada detalle de aquellas realidades y pasajes tan lejanos pero entendibles requieren de mi total atención para comprender lo que sucede actualmente en México.

Esta semana recordamos el inicio de la Revolución Mexicana de 1910 y este año el 197 aniversario de la lucha de Independencia de México. Dos hechos que marcaron un mismo decenio en centenarios distintos y que pareciera estigmatizar la vida social del país. Recordar tales hechos con formatos oficiliastas resulta desgastante y desilusionante cuando en la práctica observamos que a ningún político le interesa indagar las causas de tales rebeliones.

Rebeliones que en su época fueron tachadas de insurrectos por el gobierno en turno y que con las herramientas que el Estado Colonial y mexicano, respectivamente, proporcionaban trataron de apaciguar a los rebeldes a costa de mucho. Much@s lucharon y el desastre entre la población fue terrible: miles de mexicanos, en las dos luchas, de cualquier orígen (criollos, mestizos, indígenas) fallecieron por sus causas. ¿Los fallecidos fueron el escudo de sus caudillos? pudiera ser, el misticismo alrededor de los héroes patrios los protege de un verdadero juicio histórico, pero el juicio con la finalidad de estudiar lo verdaderamente ocurrido; estudiar los antecendentes de tan arriesgadas decisiones de quienes pensaban que este país podría ser mejor a través de las armas porque las instituciones instauradas en aquellas épocas no garantizaban la justicia ni equidad social.

El México de este siglo tiene como misión ver hacia atrás y entender de donde venimos, pero no con el toque romántico que nos han enseñado para leer la historia. No ignoremos a nuestros historiadores ni sus publicaciones contemporáneas; demos la oportunidad de leer a Katz y explotarlo, a Macario Schettino y su reciente publicación que cuestiona el hecho revolucionario, a Mario Ojeda, a Luis González y González, a Carlos Montemayor, a Lorenzo Meyer, a tantos y tantos que manifiestan, estemos de acuerdo o no con sus interpretaciones y trabajos, lo que sucedió y lo que puede suceder si ignoramos el pasado de una lucha que ha llevado a México a la posición en la que nos encontramos.

Por lo pronto, no olvidemos que somos consecuencias de nuestras indiferencias a lo que queremos negar; si no me creen, volteemos a Oaxaca y Atenco y analicemos cómo reaccionamos por el hecho de acordarnos.

No confundan el amor con las ganas de ir al baño

1 Comments:

Blogger Claudia Piña said...

Paul, Carlos Montemayor es un claro ejemplo de por qué NO estudiar historia.
En lo que se refiere a la falta de conciencia histórica, pues sí, los teóricos (Heller es un buen ejemplo) dicen que hoy más que nunca nos hallamos ante una falta de memoria histórica. Sin embargo, a mí eso no me parece ninguna novedad. La historia no es, como pretendía Cicerón, magister vitae, ahí siguen las guerras y la explotación y toda la mierda que no hemos dejado de reproducir día tras día, ¿se deben sólo a la falta de memoria histórica? Lo dudo. La historia, cuando mucho, ayuda a entender y delinear posibles caminos; pero la historia no puede contra la estupidez humana de repetir lo que en el pasado nos llevó a la jodidez en la que estamos hoy en día.
Quizás en ese sentido los griegos no andaban tan errados con su idea de la eterna repetición, y en diez mil años estaré de nuevo aquí, escribiendo este post para aconsejarte que no leas al pesado de Montemayor.

6:17 p.m.  

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